En 1807-1808 hubo la famosa expedición de las tropas españolas en Dinamarca, dirigidas por el Marqués de la Romana. Napoleón solicitó a Carlos IV ayuda para su campaña en el norte de Europa. Entre las fuerzas enviadas estaban batallones catalanes. Dos de estos batallones se tuvieron un papel importante. Se trataba del Batallón de Voluntarios de Cataluña y del Batallón de Barcelona.
El profesor Christopher Suhr dibujó toda una serie de láminas que representaban los diferentes regimientos militares españoles de la expedición, tal y como él los vio desfiló por Dinamarca. Este manuscrito fue publicado por primera vez en Francia en 1902 y también fue editado definitivamente en el año 1968 por M. Henri Achard.

Músico de los Voluntarios de Cataluña, 1807
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«Un suceso cuyo recuerdo he conservado muy claro, es el de la estancia en Fionía de los españoles (1808). Dinamarca había abrazado el partido de Napoleón, mientras que Suecia acababa de declararle la guerra. Un buen día el ejército francés, reforzado por contingentes españoles, a las órdenes del general Bernardotte, príncipe de Pontecorvo, vino a ocupar la isla de Fionía para ganar Suecia desde allí. Apenas tenía yo tres años, pero aun parece que estoy viendo a aquellos hombres de morena tez. Todavía oigo el ruido de que llenaban la ciudad y los cañones disparados desde la gran plaza y ante el Obispado. Sobre las aceras y dentro de la vieja de los Franciscanos veíanse soldados extranjeros tumbados sobre gavillas de paja. El castillo de Kolding ardió y el príncipe de Pontecorvo vino a Odense en la que ya habitaban su esposa y su hijo Oscar. En todos los poblados cercanos habían sido transformadas las escuelas en cuerpos de guardia. Se decían misas bajo los árboles corpulentos, en las praderas y en las bifurcaciones de los caminos.
Los soldados franceses tenían fama de arrogantes y exigentes. Los españoles eran considerados como buenos muchachos.Entre aquellos aliados reinaba un odio mortal.
Un día, un español me cogió en brazos y me dio a besar una medalla que llevaba sobre el pecho. Mi madre se enfadó por ello; aquello olía a catolicismo, decía. Pero a mi me gustaba aquella medalla y aun el mismo extranjero que me hacía saltar y me besaba llorando. Seguramente había dejado algún hijito en España.
Vi cómo llevaban ante el Consejo de guerra a uno de sus compañeros que había dado muerte a un soldado francés. Mucho tiempo después aquel episodio me ha inspirado un pequeño poema: «El Soldado», que tradujo Chamisso al alemán y que figura como original en los «Cantos del soldado alemán». (1).
(1) ANDERSEN, Hans Christian; El cuento de mi vida. Ed. Argos, Barcelona, 1942, pp. 12-13.
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