El padre del Ensanche barcelonés, Ildefonso Cerdà, fue menospreciado por la burguesía catalanista y murió en la ruina.


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Original tumba de Cerdá, en el cementerio de Montjuic

Hasta 1970 sus restos mortales de Ildefonso Cerdà estuvieron olvidados en Las Caldas de Besaya (Cantabria) donde solo y arruinado había fallecido mientras descansaba en un balneario.

Durante mucho tiempo, incluso en vida, Cerdá fue menospreciado y su obra muy criticada. No ayudaba el hecho de que hubiera sido aprobado por el Gobierno Central, como tampoco lo hacía que fuera ingeniero en lugar de arquitecto, o que su reforma urbanística fuera claramente social e igualitaria muy contraria al gusto burgués de la época. Empresarios, políticos e incluso compañeros de profesión torpedearon su carrera y su trabajo. cerda

Hasta mediados de los años 50 del siglo XX, durante el franquismo, la figura de Cerdá no empezó a ser reivindicada y recordada. El economista y profesor Fabián Estapé que por aquel entonces colaboraba con el Ayuntamiento fue uno de sus más firmes defensores.

En 1970 consiguió recuperar los restos de Cerdá que hasta entonces Barcelona había olvidado. Los tuvo en su despacho en el interior de un pequeño baúl, hasta que en 1971 y coincidiendo con la reimpresión de la Teoría General de la Urbanización se autorizó la instalación del mausoleo. El cual, a día de hoy, es el sorprendente y único monumento que Cerdá tiene en Barcelona.

Su tumba es fácilmente identificable porque la lápida, muy artística y construida en mármol blanco, muestra el famoso entramado aéreo del Eixample junto al autógrafo de Cerdá. Pero sorprende su tamaño, más bien pequeño, modesto, sin más inscripción que la que alude a su nombre “Ildefons Cerdà Sunyer».

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