El mártir de los delirios: Xirinacs


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Desde su juventud, Xirinacs se había manifestado a favor de la independencia de Cataluña y había practicado siempre la resistencia no violenta al franquismo. El sacerdote, que acabaría ensalzando el terrorismo, incluso llegó a ser candidato al Nobel de la Paz en 1975, 76 y 77.

Entre sus apologías del terrorismo, llegó a decir:

«…Por si hay policías o fiscales, me declaro amigo de ETA y de Herri Batasuna…», había dicho. «Hay estilos, porque ETA, como está en guerra, mata, pero no arranca uñas. Yo he estado en prisión con gente de ETA con las uñas arrancadas. ETA mata pero no tortura. En cambio, Lasa y Zabala murieron torturados. ETA, cuando tira una bomba en un lugar que puede herir a gente que no son militares o que no estén relacionados con los opresores, avisa. ¿Sabéis lo que cuesta robar la dinamita, pagarla, transportarla, colocarla, y encima, cuando tienen todo a punto, avisa de que la desactiven? ¿Por qué hace esto? Lo hace porque aún conserva un poco de nobleza del estilo de Ginebra y la conserva porque los otros no la han maleado más. Por qué lleva la gente de ETA una vida de ratas, de escondidos, de cloacas, de perseguidos. No pueden tener novias, no pueden tener hijos, no pueden ir al cine, no pueden tener nada y, si a veces hieren a algún inocente, no es su voluntad».

Pero sus orígenes fueron mucho menos revolucionarios de lo que se ha querido reconocer.

Nacido cuatro años antes del estallido de la Guerra Civil en una familia burguesa barcelonesa, su padre -abogado casado con una mujer adinerada- fue detenido en varias ocasiones durante el conflicto por ayudar al bando nacional con colectas y colaboración personal directa. «Durante toda la guerra fuimos perseguidos, oprimidos, entraban en nuestra casa cada dos por tres para registrarla, sufríamos los bombardeos y pasábamos mucha miseria, nuestra madre con cinco hijos y el padre en la cárcel», declaró Lluís Maria en una entrevista a Montserrat Roig (agosto de 1976). «De modo que deseábamos que ganara Franco, pero yo no entendía nada de lo que ocurría realmente…».

Fue su madre quien influyó en sus ideas religiosas, y también los Escolapios, donde estudió. A los 22 años se ordenó sacerdote y empezó a impartir clases en los Escolapios en medio de una crisis de adaptación a la vida que, según confesó, trataba de resolver con estudios orientalistas y retiros en la montaña.

Leyó a Jean Daniélou, el teólogo francés que evolucionó después a tesis conservadoras pero que entonces estaba considerado miembro de los sectores más avanzados en la Iglesia. En los Escolapios fue nombrado director de la residencia de Sant Antón, pero renunció a despachos y secretarias para intentar formar comunidades cristianas de base. Se dirigió a numerosas sedes episcopales, pero sólo lo escuchó Vicente Enrique y Tarancón, entonces obispo de Solsona.

Xirinacs ejerció de vicario en la localidad minera de Balsareny durante tres años, pero un sermón en el que apoyaba el encierro de estudiantes e intelectuales en el convento barcelonés de los capuchinos de Sarriá (marzo de 1966) le valió la expulsión de la parroquia y una denuncia de las autoridades. De allí pasó a Sant Jaume de Frontanyà, un pequeño pueblo de vida rural, donde empezó a negarse a cobrar su sueldo de sacerdote, por lo que fue expulsado de la diócesis.

Hizo de todo para sobrevivir: confeccionó esteras de esparto, recolectó frutos, recibió ayudas, trabajó de contable en una escuela de Igualada y fue empleado de La Caixa en una de las sucursales de Barcelona.

Descubrió el marxismo en una pequeña comunidad y quedó muy impactado, como si hubiera visto por primera vez la luz. Pero no conseguía encajarlo con su idea de Cataluña: «La nacionalidad es algo muy profundo que ciertos escritos, como los leninistas, no llegan a entender. Creo que el capitalismo pisotea a las naciones, pero no estoy de acuerdo con la idea de Lenin cuando dice que el tema de las nacionalidades no es más que una reminiscencia feudal… Las nacionalidades comportan un estilo de vida más profundo, todavía, que el simplemente económico. Creo que Cataluña es mi nación pero el problema de la opresión económica que sufre el obrero ha de tener prioridad. Creo, también, que Cataluña está oprimida política y culturalmente, pero que es opresora económicamente».

Publicó varios libros: Secularització i cristianisme, Subjecte, Entro en el gran buit, Futur d’Esglesia y Diari de Pressó. En 1990 abandonó oficialmente el sacerdocio, aunque bastantes años atrás ya convivía con una discípula suya. Para él, con todo, la práctica del sexo no era de extrema necesidad. «Nadie se muere por mantenerse célibe», decía.

El estrellato de Xirinacs se fue apagando a medida que crecía la intensidad política y los partidos se afianzaban. Pero también había interés en desembarazarse de aquel personaje independiente que rechazaba unirse a disciplina alguna. Así, fue tildado de «visionario», «folclórico perturbado», «mesiánico» o «mitómano».

Sus últimos años transcurrieron en la semipenumbra. Promovió la fundación Randa-Xirinacs, dedicada a los estudios del modelo global y la dimensión comunitaria. Abandonado por todos los independentistas, acabó suicidándose.

Hoy paradójicamente se ha convertido en un mártir para los independentistas.



Categorías:MITES NACIONALISTES / MITOLÓGICAS

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