Conozca la checa de Vallmajor: la casa del terror revolucionario en Barcelona (1936-1939)


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Convento de Les Magdalenes Agustines, donde se levantó la checa de Vallmajor.

Murió dando “vivas a Franco” y sin embargo, había sido el responsable de la muerte de cientos de católicos y derechistas en Barcelona durante la Guerra Civil. Así de contradictorio era Alfons Laurencic, uno de los personajes más siniestros de la retaguardia republicana y conocido tristemente por haber sido el creador de la checa más despiadada de la Ciudad Condal. Fue el gran impulsor de una auténtica ‘Casa de los Horrores’ durante el tramo final de la guerra.

Una semana después de que los nacionales entraran en Barcelona, una avanzadilla detuvo a un grupo de militares republicanos cerca del Santuario de El Collell que estaban intentando llegar a la frontera con Francia. Laurencic estaba en ese grupo de republicanos que huía en desbandada aquel mes de febrero de 1939.

Al tener la nacionalidad austriaca (aunque había nacido en Francia) y presumir durante su detención de que hablaba perfectamente siete idiomas, Laurencic fue puesto a disposición de un oficial alemán que se encargó personalmente de trasladarle a Barcelona, donde meses más tarde sería juzgado por haber sido el gran promotor de las checas de Vallmajor y la de la Calle Zaragoza. El 12 de junio de 1939 y ante una gran expectación mediática empezaba su consejo de guerra en la Ciudad Condal en el que Laurencic trató de defenderse afirmando tajantemente que él en realidad “había espiado a favor de Franco” . Esta afirmación sería desmontada con facilidad tanto por el fiscal como por el abogado acusador que demostraron que este oscuro personaje “realmente” no conocía a nadie en la España nacional.

Antes de ser ejecutado, ya que fue condenado a muerte, Laurencic reconoció públicamente que había diseñado los elementos de tortura más macabros de la Guerra Civil a petición del gobierno del Frente Popular, especialmente a petición de Santiago Garcés, máximo responsable del SIM (Servicio de Información Militar) por aquel entonces. Estos elementos de tortura, después de más de 75 años, siguen poniendo los pelos de punta al igual que los testimonios de las personas que sobrevivieron a las checas.

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Libro sobre Alfonso Laurencic publicado recientemente

Laurencic fue el encargado de diseñar la checa de Vallmajor pero él no se encargó directamente de colocar los ladrillos de cada una de las celdas de castigo. Para ese cometido estaban los presos como Víctor Esteban Ripaux. Le habían detenido acusado de practicar el Socorro Blanco, es decir ayudar económicamente a los partidarios de los nacionales que había emboscados en la Ciudad Condal. A pesar de que su profesión era la de pintor, el SIM le eligió a él, con el visto bueno de Laurencic, para que construyera con sus manos las celdas, siendo obligado a trabajar por sus captores.

Las torturas de Vallmajor

Situada en el número 29 de la calle Vallmajor de Barcelona, la checa, conocida por preventorio D, empezó a funcionar pocas semanas después del inicio de la Guerra Civil. Básicamente estaba formada por dos grandes edificaciones: un chalet para interrogatorios y justo enfrente la cárcel propiamente dicha, instalada en un antiguo convento, que más adelante se convertiría en escuela de párvulos de la Generalitat. Se constituyó en primer lugar como centro de detención de la CNT aunque más adelante pasaría a ser propiedad del SIM (Servicio de Información Militar). Laurencic fue el encargado de diseñar los elementos de tortura que se iban a aplicar en esta checa a los detenidos.

Nuestro protagonista diseñó diferentes compartimentos o celdas de castigo que serían utilizadas en Vallmajor para martirizar a los prisioneros. Uno de estos compartimentos recibía el nombre de ‘La Verbena‘ y en su interior existían varias ‘celdas – armario’. Estas consistían básicamente en tres cajones de 50 centímetros por ancho por 40 de profundidad, con el techo constituido por una tabla de madera movible y de altura graduable. El prisionero que entraba en estos cajones no tenía apenas espacio para moverse ya que adosado en el fondo, se encontraba un saliente inclinado, de 13 centímetros, destinado a que la víctima no pudiera apoyarse. Este saliente no permitía al reo sentarse completamente sobre el mismo. Asimismo, la plancha graduable del techo, se colocaba de forma que el recluso tuviese que permanecer encogido y con la cabeza inclinada. Además, el suelo de la celda tenía una forma cóncava, lo que impedía el normal apoyo de los pies.

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Celdas de Vallmajor tras el abandono de los republicanos

En la cara interna y parte interior de las puertas, había una tabla de madera que al cerrarse, se introducía entre las piernas de la víctima, impidiéndole todo cambio de postura y obligándole a permanecer en una posición muy forzada. En la parte alta de estas puertas, se abrían dos pequeñas ventanillas que estaban colocadas a la altura de los ojos del preso y en las que se colocaba un foco eléctrico muy potente. Además de la molestia que suponía el foco para los ojos, la luz aportaba también un calor terrible. Al nivel de la cabeza se colocó un potente timbre eléctrico que funcionaba constantemente y que reproducía un sonido terrible.

El patio de los fusilamientos

Laurencic y sus colaboradores más allegados diseñaron en el patio de la Checa de Vallmajor un paredón de fusilamiento, en el que también se había levantado una especie de fosa. Allí se realizaron un gran número de simulacros de ejecuciones a casi todos los prisioneros que estuvieron encerrados. El objetivo era crear entre los reos un clima de pánico permanente. Los simulacros de ejecución fueron torturas psicológicas de las que no todos los presos consiguieron recuperarse.

El jardín de Vallmajor había un pequeño pozo, muy estrecho que contaba con una polea. En el pozo se torturó también a los presos a los que se subía y bajaba con este sistema de poleas, a alguno se le bajaba sujeto por los brazos y a otro directamente por los pies por lo que se le sumergía la cabeza durante algunos segundos.

Laurencic y los suyos también utilizaron de manera muy intensa un pasaje subterráneo al que se accedía desde el patio. Ese pasaje era por el que pasaban los presos para llegar al otro edificio que tenía la checa sin llegar a cruzar la calle y evitar de esta manera las miradas indiscretas de los vecinos. Era un pasadizo muy estrecho, muy oscuro y el techo muy bajo, lo que provocaba en los reos una sensación de enorme de angustia e incluso claustrofobia antes de ser interrogados. Poco tiempo después de que terminara la guerra, se encontraron con un sinfín de nombres de prisioneros grabados con lápiz en las paredes de este pasillo, como si hubieran tratado de inmortalizar su presencia allí. Muchos de estos nombres tenían una cruz al lado.

Otra de las torturas que solía emplear el maquiavélico Laurencic llevaba por nombre ‘La Ducha’. Era un pequeño cuarto en cuya parte exterior se hallaba una manguera que funcionaba a gran presión. Esta manguera cargaba duramente contra el detenido que estaba completamente desnudo. Inmediatamente después de la ducha, los prisiones eran interrogados por sus mismos captores sin que se les permitiera taparse o secarse hasta después del interrogatorio.

Las celdas psicotécnicas

También en el jardín, se decidió levantar un pabellón de gran tamaño donde se encontraban las celdas psicotécnicas o conocidas por todo el mundo como “mazmorras alucinantes”.Laurencic aplicaba una serie de elementos psicotécnicos para torturar a los arrestados. Allí no faltaban los ladrillos colocados de canto para impedir el paseo o la cama inclinada de tal forma que el reposo de la misma. A estos dos elementos había que sumarle el hecho de ruidos estridentes y visualizaciones de objetos extraños que provocaban que muchos presos perdieran la cabeza definitivamente.

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Una de las celdas psicotécnicas diseñadas por Laurencic

Ha llegado hasta nuestros días estos detalles tan minuciosos de las torturas de Vallmajor porque el propio Laurencic en su juicio se mostraba orgulloso de lo que había hecho y lo explicaba sin pelos en la lengua. Estas celdas psicotécnicas, tal y como explicó, tenían dos metros y medio de largo por un metro ochenta de ancho. El techo estaba pintado de negro y las paredes de un gris oscuro con rayas verticales, horizontales y diagonales de color amarillo. En la pared del fondo fueron pintados unos círculos de diversos colores y un tablero de ajedrez blanco y negro.

En la parte interior de la puerta, tenía pintada en su parte baja un espiral y en la parte alta unos dados. Justo encima de la pared donde se hallaban pintados los círculos y el tablero, estaban instalados unos cristales verdosos que filtraba una luz difusa que hacía resaltar un aspecto extraño a los dibujos, especialmente a los dados del dorso de la puerta. Laurencic explicaría que había elegido el color verde “para producir en el detenido el efecto de un día triste, lluvioso y sin esperanza”. Por la noche se encendía una luz roja por lo que las formas variaban considerablemente. Las espirales y dados implicaban puntos de sugestión de los presos mientras que los círculos y las líneas producían una irritación sobre el sistema nervioso. También se había colocado en estas celdas un reloj dispuesto de tal forma que durante un día entero no marcaba más que cuatro o cinco horas, hecho que producía en el recluso una desorientación mayúscula.

Así funcionaba ‘La Campana’

Para muchos de los presos la celda de ‘La Campana’ era una de las más terribles de todas las instaladas en la checa. Se utilizaba para los casos extremos y solo los presos más resistentes mental y físicamente eran introducidos allí. Estaba instalada en el lugar donde se levantaba el antiguo mausoleo del convento. Tenía forma cilíndrica pero con los ángulos redondeados. Su diámetro era de unos cuatro metros y medio aproximadamente y las paredes tenían un color negro intenso aunque con una capa de brea. En el centro del techo se había instalado un foco muy potente recubierto de una armadura metálica para impedir que los presos pudieran romper la lámpara. Laurencic levantó esta celda con una pared doble, lo que contribuía a aumentar la resonancia. No había ventilación de ningún tipo.

El martirio al que era sometido el preso encerrado en ‘La Campana’ consistía en introducirle allí por lo que queda encerrado herméticamente. La forma especial (cilíndrica), el brillo de los muros y el color intenso provocaba en el reo una desorientación completa. La falta absoluta de ventilación y el calor que desprendía la potente lámpara, provocaban que la atmósfera fuera terriblemente caldeada e irrespirable. Además, la celda estaba impregnada de un fortísimo olor de alquitrán que revestía la pared. Ante esta situación, ya de por sí traumática, los carceleros hacían rodar sobre el techo un pesado rodillo y ponían en movimiento unos discos metálicos cuyo estruendo resonaba en el interior en proporciones desmedidas.

Más pesadillas en Vallmajor

Si los instrumentos de tortura eran atroces en Vallmajor, el trato directo de los carceleros hacia los presos era aún peor. Los golpes con cachiporras y el uso de una especie de látigo estaban a la orden del día. Cuando no se desnudaba a los interrogados, sí se les quitaban los zapatos a los que solía pisarse sin piedad con fuertes botas militares. Por otro lado, el régimen alimenticio era paupérrimo, en especial en el tramo final de la Guerra Civil. Los internos solo comían dos veces al día y su menú consistía en un cucharón de una especie de caldo (muy aguado) con unas cuantas judías o garbanzos, un trozo de pan negro y un vaso de agua diario. Esta pésima alimentación provocaría entre los reclusos todo tipo de enfermedades que acabarían con la vida de muchos de ellos.

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Celda del armario de Vallmajor

La suciedad era otro elemento más de tortura ya que los presos debían permanecer todo el tiempo que estuvieran encerrados solamente con la ropa que llevaban puesta al ingresar. Además, solo eran sacados un par de veces al día para que hicieran sus necesidades en el patio mientras que no les era permitido salir más veces por lo que muchas veces utilizaban el suelo de su propia celda como baño improvisado. Eran frecuentes las epidemias entre los reclusos de avitaminosis, forunculosis y sobre todo sarna.

Así se desarrolló el consejo de guerra contra Laurencic

Desde que empezó el consejo de guerra, Laurencic se mostró arrogante y sobre todo impertinente con los jueces, según contarían las crónicas de la época. Explicó inicialmente que él había nacido en Yugoslavia y que había venido a España por primera vez al término de la Primera Guerra Mundial donde había sido bautizado. En el año 1921 se alistó en la Legión para tratar de conseguir la nacionalidad española, circunstancia que no consiguió, por lo que en 1923 se marchó del país. Después explicaría que tras convertirse en músico profesional y estudiar en la Universidad de Viena, regresaría a Barcelona en 1933 donde seguiría trabajando como músico hasta que empezó la Guerra Civil.

El 20 de julio de 1936, siempre según la versión de Laurencic, se presentó en la Comisaría de Orden Público de Barcelona ante el “por la anarquía que había en la calle”. Según dijo, él se consideraba un hombre de orden y por eso decidió colaborar con la comisaría donde había informado previamente que había servido en su día en la Legión. Empezó trabajando como intérprete oficial ya que hablaba siete idiomas para después convertirse en escolta de los muchos extranjeros que visitaban la ciudad condal.

A medida que avanzaba el consejo de guerra, los delirios de Laurencic fueron aumentando paulatinamente. Reconoció haber sido agente de ‘Contraespionaje’ de la República, afirmando que su número de agente era el 29. Aprovechaba sus conocimientos de idiomas para acceder a consulados y tratar con personas de otras nacionalides. Más adelante aseguraría que en mayo de 1938 seguía trabajando como agente de ‘Contraespionaje’ en Barcelona pero en esta ocasión para la “Causa Nacional”. Cuando el fiscal le preguntó durante el juicio por los nombres de sus jefes del bando nacional, Laurencic señaló que había “espiado” por su cuenta ya que se encontraba “muy vigilado” por la República. Sin embargo, afirmó haber tenido algún tipo de colaboración con un falangista al que había conocido en la cárcel (ya que Laurencic fue detenido en 1937 durante los enfrentamientos entre comunistas y anarquistas) llamado Santiago Rives Queralt.

Tras estar varios meses detenido, Laurencic fue puesto en libertad en la primavera de 1938 y según su relato, fue entonces cuando empezó a trabajar ya directamente para el SIM. Dijo que Santiago Garcés fue el responsable de este servicio que le instó para que construyera las celdas de tortura de la checa de Vallmajor, algo que a nuestro juicio parece más que improbable. Hay cientos de testimonios de personas que estuvieron presas en Vallmajor que afirmaron tras la Guerra Civil que las celdas psicotécicas y las celdas armario ya estaban en funcionamiento en 1937.

Laurencic durante el Consejo de Guerra reconoció haber diseñado estas celdas y que volvería a diseñarlas “una y cien veces”. Dijo que un tal Garrigós, que venía del Banco de España en Madrid, había supervisado los diseños que Laurenvic había diseñado de su puño y letra y que se pueden ver en esta entrada del blog.

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Otras celdas de la checa de Vallmajor

En todo momento Laurencic dijo que había sido coaccionado por el SIM para construir las celdas y que solo lo había hecho para salvar su vida, ya que había sido condenado a pena de muerte por los tribunales republicanos a raíz de los incidentes de mayo de 1937.

Algunas declaraciones de los supervivientes de Vallmajor

Manuel Goday Prats fue secretario del Colegio de Abogados de Barcelona hasta que empezó la Guerra Civil. Fue, como otros muchos, detenido y acusado de desafecto y entre otras checas a la que fue trasladado, se encontraba Vallmajor. En el juicio contra Laurencic, Goday explicó su paso por Vallmajor diciendo que nada más llegar hasta esta checa “fui introducido en una habitacióny sin mediar palabra, golpeado por porras. Cuando estaba casi sin sentido me apoyaron contra la pared y me clavaron unas tijeras en la nuca y me rociaron todo el pecho con gasolina. Después me prendieron fuego y las llamas fueron apagándose poco a poco. Después me quisieron hacer una tortura más terrible pero me opuse ferozmente. Me dejaron un rato. Al poco me obligaron a salir a la calle y me metieron en un coche simulando darme el paseo. Luego volvimos a la checa. Después, un individuo al que llamaban coronel me invitó a que hablase o por el contrario tenían preparados tormentos chinos. Después fui introducido en una gruta que hay en el jardín, en esa gruta hay tres armarios de portland, con techos muy bajos y como la pared está inclinada en forma de ángulo uno no puede ni tumbarse ni sentarse. Al cerrarse la puerta, un palo que sale de ella se mete entre las piernas. Muy cerca de la nariz queda un potente foco y suena constantemente un timbre atroz. La sensación de asfixia es horrible”.

Con estas torturas al secretario del Colegio de Abogados, los chequistas de Vallmajor querían obtener información del paradero de varios miembros de la Quinta Columna entre los que se encontraba el comandante de estado mayor Aimat y a otro quintacolumnista llamado José Gallard. Este último terminaría siendo también trasladado a Vallmajor y sometido a malos tratos hasta que fue asesinado.

Juan Juncosa Orga, licenciado en medicina, también estuvo varios meses detenido en Vallmajor: entre agosto de 1938 hasta el final de la contienda. Durante su declaración aseguró que el tormento “más habitual” de Vallmajor eran los golpes que recibían los prisioneros con una porra de alambres revestidas de goma. “También aplicaban hierros candentes sobre las zonas más sensibles como los testículos” , afirmó Juncosa durante el juicio mientras que reconoció que más de un preso se quitó la vida en Vallmajor para acabar con tanto sufrimiento.

Julio Degollada Castanys fue otro de los presos que estuvo en Vallmajor y no tuvo reparos en reconocer a Laurencic como uno de los responsables de la checa, al que había visto en el interior de las instalaciones. Sin embargo, llama la atención de las manifestaciones de Degollada que afirma que al principio Laurencic estaba en la checa como “un detenido más”. Indica, eso sí, que más adelante dejó de ser estar detenido y que entraba y salía de la checa con total libertad.

Otra persona que sufrió torturas en Vallmajor se llamaba Guillermo Bosque Lapena quién explicó durante el Consejo de Guerra de Laurencic que en esta checa solían dar a los presos “tres duchas diarias de agua fría” para después, empujarles hacia una carbonera. Este reo también reconocería que estuvo cinco días sin comer como consecuencia de las palizas recibidas y en relación con Laurencic desmintió que inicialmente fuera un preso más de la checa. “De ninguna manera, gozaba de libertad absoluta porque allí no se podía hablar con nadie y a él le saludaban los dirigentes del SIM con toda clase de consideraciones.

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Interior del convento donde estaba Vallmajor

El falangista Felix Ros estuvo casi un año encerrado en la checa de Vallmajor pero pudo sobrevivir para contar en su libro ‘Ocho meses en el Preventorio D’ los sufrimientos que allí padeció. En ese libro, además de mencionar uno a uno a los guardianes de la checa, explicó su vida el la celda 36: “Era amplia, como casi de cuatro por siete. Al abrirme la puerta, la impresión de más deplorable, es que allí había hasta cincuenta y pico individuos, con la ropa destrozada, sobre un fondo de hollín”. Después contaba como era la vida cotidiana en la checa: “Por la mañana se salía unos minutos, a las siete y a las diez, esta segunda vez para asearse un poco, sin jabón, ni toalla, ni peine. En una palabra, con agua cuando la había. Después de los ranchos dos salidas más. Las horas del rancho variaban. El minúsculo pan lo traían antes de mediodía y se acabó. Ya podía estar uno enfermo, tener sed y otra necesidad”

La condena a muerte y la ejecución

A mediados de junio de 1939 y después de las declaraciones de muchos testigos, así como de los intentos de justificación por parte de nuestro protagonista, Laurencic fue condenado a muerte por el Consejo de Guerra. Días antes de ser ejecutado, pudo hablar con el presidente del tribunal que le juzgó asegurando que “había sido víctima de las circunstancias” y que moría con la “conciencia muy tranquila”.

La noche previa a su fusilamiento afirmó: “Aunque se que voy a morir, viva el Generalísimo Franco”. Tras confesar y comulgar fue trasladado al Campo de la Bota a las 4 de la madrugada del 09 de julio de 1939. Delante del piquete de fusilamiento, se negó a que le taparan los ojos y justo antes de recibir la descarga de disparos, levanto el brazo en forma de saludo nacionalista.

Una inspección ocular y la visita de Himmler

Dos años después de haber terminado la Guerra Civil, en Barcelona se seguía hablando de la checa de Vallmajor. Los supervivientes empezaron a celebrar una especie de peregrinación a pie por los alrededores de la checa para darle gracias a Dios por haberles permitido sobrevivir a una pesadilla. Cuando Himmler visitó la Ciudad Condal en plena II Guerra Mundial acudió a la mencionada checa.

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Visita del líder nazi Himmler a Vallmajor

Sabemos que el 18 de septiembre de 1941, dos años después de terminar la guerra, la Dirección General de Seguridad hizo una inspección ocular de la checa de Vallmajor. Quizás lo que estaba preparando la DGS era la futura visita de Himmler. En cualquier caso, hemos recogido parte de esta inspección: «Se observó que el citado edificio es un chalet con un pequeño jardín y huerto. Las habitaciones del mismo se encuentran ocupados por escasos muebles deteriorados y por las formas y estilos diversos, se ve que procedend e diferentes domicilios. Como portero encargado de enseñar a los visitantes los dos edificiones que constituyeron la checa de Vallmajor, compareció un señor llamado Luis Sánchez. Esta persona facilitó a esta Fiscalía el acceso al local, salvo en la parte reservada a las monjas».

La inspección ocular de 1941 seguía su curso: «En la parte baja del chalet aludido y en un lugar destinado a carboneras, se observa que existen tres celdas iguales de unos cincuenta centímetros de ancho por cuarenta de fondo, construidas de madera, excepto en la parte posterior que es de cemento. Estas celdas son las conocidas con el nombre de celdas-armarios y a la que muchos llamaban la verbena».

Fuente: https://guerraenmadrid.net/



Categorías:Memoria histórica

10 respuestas

  1. Respecto a esta cheka les recomiendo el libro «El Preu d’una Traició» de Miquel Mir y Hno. Mariano Santamaria que refiere la implicación del «president» Terradellas en el martirio de un buen grupo de Hnos. Maristas.

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  2. Agradecería MIQUEL que te explicaras ¿ Quienes son «los descendientes de los criminales de entonces»?
    A las personas «normales» nos es difícil – a veces – entender tus comentarios.

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  3. Cuesta trabajo aceptar cómo válida la información de esta checa y sus directivos asesinos. Pero la realidad se impone y los silencios cada vez con más fuerza rompen la opacidad de los criminales de la República española, que fue como objetivo principal hacer en España otro Gulag. Muchas gracias por información tan valiosa de la que sólo conocía superficialmente.

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  4. Esa es la memoria histórica que los descendientes del Frente Popular quieren ocultar; porque dicen que son muy «democráticos».

    El Pueblo que olvida su pasado está condenado a repetirlo.

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  5. Esto ocurrió en España y quieren volver a implantarlo. Más nos vale evitarlo, cueste lo que cueste.

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