Los vecinos de la urbanización de Eurovillas en Nuevo Baztán (Madrid) asisten desesperados a la cacería de chalés que han emprendido numerosos okupas en la zona. Un total de 52 viviendas han sido ya usurpadas.

Ni los golpes en las cacerolas y sartenes, las únicas armas con las que se manifiestan diariamente, han conseguido hasta ahora amedrentar a los delincuentes. Casualmente, tras las protestas, Eurovillas ha ardido ante los propios ojos de las víctimas. Sin piedad.

Varios vecinos de la comunidad denuncian que ha sido una cruel venganza de los okupas y que ha estado a punto de cobrarse la vida de varios de los propietarios. Los okupas ya habían amenazado de que quemarían la urbanización si seguían las protestas.

Los ánimos entre los vecinos, que habían visto una solución uniéndose cada tarde contra los okupas, están por los suelos. Se encuentran devastados ante el desamparo legislativo y de un Gobierno que «no hace nada y defiende la okupación», lamenta amargamente uno de los residentes. Él, como tantos otros, ha sido amenazado de muerte. Los okupas se han hecho fuertes y han implantado la ley de la selva, rompiendo la paz y creando el pánico en el que era un tranquilo espacio residencial. Y lo cierto es que nada parece ahuyentarlos.

Destrozos, basura y continúas riñas suponen el pan de cada día para las víctimas de este barrio residencial madrileño. No es el único. La usurpación masiva de casas por todo el territorio español se extiende. Ya hay pueblos en las afueras de Madrid en los que prácticamente se ha colgado la bandera okupa.

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