Coronavirus: la masacre belga. Un calco de la ineptitud política española


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Aún es muy pronto para hacer una evaluación definitiva sobre la gestión del covid-19 en cada país, pero una cosa está clara: Bélgica está viviendo una auténtica masacre.

Todo empezó en 2015, cuando el Gobierno del primer ministro Charles Michel (actual presidente del Consejo Europeo) decidió destruir todo el ‘stock estratégico’ del país –63 millones de mascarillas, entre las cuales figuraban las tan valiosas FFP2–, cuidadosamente almacenadas. El principal sindicato del Ejército; «esas máscaras fueron incineradas… para hacer sitio a los refugiados».

Cuando la pandemia del coronavirus se extendió por Bélgica, este país apenas tenía máscaras: ninguna para los ciudadanos, ninguna para la Policía, ninguna para las residencias de ancianos y casi ninguna para los hospitales.

La pandemia hizo erupción mucho antes en Italia que en Bélgica. Muchos belgas tienen raíces italianas, especialmente en el sur (Valonia), y muchos, pese al brote, entre el 22 y el 23 de febrero decenas de miles de belgas partieran a Italia para festejar el Carnaval.

Cuando esa gente regresó, la ministra De Block manifestó que tomar la temperatura a la gente era inútil, y que cerrar la frontera no tenía sentido: «Un virus no se detiene en una frontera», dijo. Cuando el doctor Marc Wathelet trató de advertirle de los riesgos, De Block le llamó, en un tuit que posteriormente borró, «histérico».

A primeros de marzo, el Gobierno de la primera ministra Sophie Wilmès –del mismo Movimiento Reformador centro-izquierdista que su predecesor, Charles Michel– no vio problema en que los belgas asistieran a acontecimientos de masas, como el Salón Batibouw (una feria inmobiliaria), la Feria del Libro y, por supuesto, la manifestación por el Día de la Mujer del 8 de marzo. Para ese día, en Italia ya habían muerto 366 personas como consecuencia del virus.

Cuando Wilmès decidió finalmente ponerse en acción, por medio de unas directivas fechadas el 23 de marzo, lo hizo para proscribir cualquier iniciativa privada relacionada con las mascarillas y los medicamentos: el Gobierno se iba a hacer cargo. El primer cargamento de mascarillas solicitado por el Gobierno belga jamás llegó; las mascarillas del segundo cargamento eran muy eficaces … para hacer cafés, y cuando un emprendedor local tomó la iniciativa y encargó millones de mascarillas para que les fueran entregadas a las autoridades, fue demonizado –sin la menor justificación– como un «traficante».

A principios de abril, dos meses después de que la pandemia se extendiera por Europa, en Bélgica aún no había mascarillas prácticamente, ni siquiera para los profesionales sanitarios que se exponen a diario al contagio. Como no había máscaras, el Gobierno decidió anunciar que las máscaras no eran necesarias. La muestra suprema de la ineptitud gubernamental aún se puede ver en la web personal de la ministra de Sanidad: «Llevar máscaras para protegerse del coronavirus no tiene demasiado sentido».

Junto con las máscaras, el otro elemento imperativo para combatir al virus son los tests. Los recursos sanitarios belgas son notables –hospitales, médicos, laboratorios públicos y privados, una enorme cantidad de compañías químicas privadas–, y el gasto público en sanidad belga es uno de los más elevados del mundo.

Por desgracia, el monopolio de facto sobre los tests se concedió a un laboratorio de un tal Marc van Ranst, de la Universidad de Lovaina. Las consecuencias fueron exactamente las mismas que con las mascarillas: la exclusión del sector privado y el racionamiento de los tests, de los que ha habido una cruel carestía desde el primer día.

La decisión es aún más sorprendente cuando uno se entera de que Van Ranst es no sólo médico sino un activista político. Declarado comunista. Cuando compañías privadas desarrollaron nuevos métodos de chequeo, el Gobierno belga publicó inmediatamente una nueva orden para proscribirlos, con el pretexto de que quizá no fueran 100% fiables.

Desafortunadamente, no acaba aquí esta triste historia de incompetencia criminal. Lo peor estaba aún por llegar. En vista de lo que sucedía en Italia y Alsacia (Francia), donde algunos hospitales se han visto temporalmente desbordados con los pacientes del coronavirus, el Gobierno belga tomó la que, en perspectiva, puede que sea la peor decisión adoptada desde 1945: los residentes en residencias de ancianos infectados tendrían que permanecer en las propias residencias. Así pues, no hubo hospitalización para esa pobre gente anciana.

Junto con la práctica total ausencia de máscaras y tests, esta directiva tuvo consecuencias cataclísmicas: muertes, muertes y más muertes. Bélgica habla ahora no de una sino de dos epidemias: la de la población en general y la de las residencias de ancianos. Trágicamente, prácticamente la mitad de las muertes por coronavirus en Bélgica han tenido lugar en asilos. Pese a los esfuerzos heroicos de sus trabajadores, los asilos belgas son de hecho trampas mortales. Para evitar contagios, a los moribundos que yacen en sus habitaciones no se les permite siquiera ver a sus familias una última vez; otra decisión del Gobierno belga que se ha proclamado, cancelado y vuelto a proclamar.

Sin máscaras, sin tests y con los asilos convertidos en trampas mortales: ahora entiende uno por qué Bélgica es el país del mundo con más muertes por coronavirus per cápita, con una cifra diez veces superior a la de Alemania.

La masacre belga es completamente debida a la trágica incompetencia de las elites gobernantes, cuando era completamente evitable.

 



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8 respuestas

  1. Uno ya duda de que sea solo incompetencia. Todos sabemos a qué grupo étnico pertenece la población de mayor edad. Y hay cosas que se dicen en este artículo que solo pueden entenderse como intencionadas.

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  2. Bueno, partiendo de la base de que en Bélgica la eutanasia es legal y ampliamente practicada, pues ya no les viene de unos pocos abuelos menos.

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  3. Nunca ponéis la fuente de las noticias. Por eso no os doy ningún voto.

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    • Lo tienes fácil cuando tenga dudas mire los periódicos belgas y compruebe la noticia. Yo lo hago siempre pq ya no confío en nadie.
      Es verdad q la fuente está vez no la ponen pero normalmente si esta puesta.
      Mi consejo es comprobar, comprobar y comprobar… Por suerte tenemos las armas para poder sacar nuestras propias conclusiones… Sin ideología maniquea de unos o de otros… Aún así ya nos cuelan todos cositas según su conveniencia…

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  4. ¡Qué curioso con el chaleco antibalas del policía belga!

    Dice en francés y flamenco lo mismo:

    «Policía».

    ¿No se puede copiar aquí el mismo respeto a las dos comunidades de hablantes?

    Eso es «tolerancia» y es la esencia de la paz social y, por tanto del progreso.

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  5. No es ninguna casualidad:

    Tanto en España como en Bélgica, lo que importa en política, justamente por influencia de la misma masonería, es ideología; esto es, una religión laica completamente falsa que tiene como fin no pensar y que se pueda votar en las elecciones por su «prestigio», no por su racionalidad ni sus beneficios.

    Las cosas funcionan más o menos bien porque hay alternancia de poder y porque una cosa es la vida política, que sigue siendo una tomadura de pelo, y otra muy diferente la vida normal de todos los días…

    (son los empresarios, los empleados cualificados y los consumidores los que de verdad llevan el país)

    Lo que pasa es que de vez en cuando surgen situaciones extraordinarias donde los políticos tienen que decidir y podemos ver las consecuencias de la bondad o maldad de tal decisión casi en el acto, como ha sucedido con el covirus chino.

    Y es entonces en ese momento cuando cada cual demuestra y revela a los demás su valía que, en esta cábala de amiguetes y enchufados, es más baja que baja.

    ¿Vamos a aprender a votar por resultados que funcionen y no por ideologías (humo)?

    No.

    Del mismo modo que votamos al marxista progresista de Felipe González, al patán Zapatero y al ambicioso sin moral ni talento de Sánchez, volveremos a votar a otro peor todavía -si es que el país resiste este acoso y derribo progresista, que no está claro-.

    Pero esto es democracia, ¿no?

    (o mejor dicho: «esta farsa es una falsa democracia» )

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  6. Y este señor Michel, seguirá de Presidente del Consejo Europeo?

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Trackbacks

  1. Así reciben (de espaldas) sanitarios belgas a su Primera Ministra. A ver si aprendemos

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