El columnista de El Correo de Madrid Ernesto Ladrón de Guevara acaba de publicar en la editorial Letras Inquietas un interesante y clarificador ensayo titulado «Los nombres robados» en el que denuncia la manipulación, falsificación y rediseño de los topónimos vascos realizado por el independentismo con la complicidad de la izquierda. La obra se encuentra a la venta en Amazon.

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¿Por qué se han modificado los nombres de las ciudades, los pueblos y los accidentes geográficos de las provincias vascas?

Más que por qué se han modificado los nombres yo diría para qué se ha cambiado la toponimia de los pueblos y enclaves geográficos del País Vasco, mejor llamado Vascongadas. No es tanto causa sino finalidad.

Se han modificado porque los nacionalistas, con el concurso de los socialistas y el resto de la izquierda procomunista, han querido hacer un diseño de modificación cognitiva para lo cual necesitan cortar el tronco de unión con el pasado, hacer tabla rasa del pasado, quitar toda vinculación o connotación del origen de esos pueblos, de dónde proceden. Porque borrando la historia, modificándola, se consigue transformar la cosmovisión de la gente y acuñar o moldear la forma de pensar de las personas. Esto se acompaña con una manipulación de la historia conformándola mediante mitos, mentiras y grandes vacíos en la transmisión cultural para que la gente sea ignorante y no sepa interpretar la realidad. De esa manera será manipulable, como ovejas llevadas a cordel a un redil, conformando así una masa de gente acrítica e incapaz de dar respuesta a realidades objetivas. Esto se hizo virtualmente en novelas de diferentes autores, que hoy se frotarían los ojos observando como su versión de lo que podía pasar ha sucedido; está sucediendo, superando la realidad a la ficción. Caso de “1984” de Orwell o “Un mundo feliz” de Huxley.

¿Cómo se ha realizado la manipulación, falsificación y rediseño de los topónimos del País Vasco?

La manipulación y falsificación de los topónimos se ha hecho de diferentes maneras. En algunos casos, simplemente, sustituyendo ese topónimo por otro nombre que no tienen nada que ver con la significación histórica y el origen. En otros utilizando un enclave cercano que en algunos casos es un mortuorio es decir un poblado deshabitado que no tiene que ver nada con el referido, pero al que se acompaña para distraer la atención del hito histórico que dio lugar al ente poblacional. Existen otros en los que el topónimo original simplemente y burdamente se sustituye por otro nombre que no tiene nada que ver con la fundación inicial de esa población. Etc.  O cuando sin haber precedentes en las fuentes históricas se sustituye el topónimo original por una burda traducción a un euskera inexistente en el territorio. Pero el trasfondo o el trasunto de todos ellos, de todos estos casos, es el intento de ocultar el origen histórico y la significación etimológica de ese topónimo porque tiene una carga antropológica o cultural que molesta para los fines del nacionalismo; y para que la gente desconozca el origen auténtico de su pueblo o lugar de nacimiento.

¿Cuáles son los casos más flagrantes de esa modificación de los nombres históricos y originales de las localidades vascas?

Hay muchos, pero voy a referirme a efectos descriptivos y ejemplificadores a alguno de ellos. Por ejemplo, en La Rioja Alavesa, Laguardia es una localidad cuyo origen es defensivo, en un contexto de tensión con el mundo musulmán. Y, por tanto, una fundación real con “carta puebla” que concedía unos determinados privilegios. A esta localidad se le ha puesto el nombre sustitutorio de Biasteri, que no tiene nada que ver con la fundación real.

Lo mismo ocurre con la localidad guipuzcoana de Villafranca de Ordicia, hoy llamada Ordizia.  El objetivo es ocultar la realidad histórica de esa Fundación. Etc. Pero el caso más paradigmático, denunciado por Saturnino Ruiz de Loizaga, el descubridor de las primeras palabras de romance castellano en el occidente de Álava, es el de Salinas de Añana, de gran importancia por la explotación de las salinas tanto en la época de los romanos como en la Edad Media. Jamás, en ningún documento, se ha encontrado el término de Gesaltza-Añana, qué pretendidamente es la traducción de Salinas, pero que no tiene precedente, entre otras cosas porque en esa comarca jamás se ha hablado euskera.

Si nos desplazamos más al norte, en la también provincia de Álava, tenemos la localidad de Villarreal de Álava a la que caprichosamente se le cambia el nombre por el término Legutiano, que no tiene nada que ver con los orígenes de esa localidad. Y si nos desplazamos a Guipúzcoa, entre muchos casos nos encontramos con la localidad histórica de Fuenterrabía que por virtud de una decisión municipal se modificó a Hondarribia, que no consta en ninguna documentación. En Vizcaya, entre varios otros tenemos el caso de Bilbao, señorío de Vizcaya nada menos que con la figura de Diego López de Haro, adelantado de Castilla y fundador de la Villa, que dio nombre de Bilbao a la localidad, y no Bilbo, como pretenden transformar esa fundación porque suena demasiado castellana, como en realidad lo era. En Navarra hay otros casos, Estella por ejemplo lo renombran Lizarra o  Pamplona viene de Pompaelo, su fundador romano que no vascón,  es modificado por el término Iruña desconocido hasta que han llegado estos manipuladores de la realidad. Y así un largo etcétera.

¿Qué instituciones y agentes políticos, sociales o culturales han estado implicados en la erradicación del español en la toponomia vasca?

En este diseño de modificación cognitiva de las masas intervienen la práctica totalidad de las instituciones vascas y de los partidos nacionalistas y de izquierdas con la pasividad contemplativa del Partido Popular.

Pero es que el problema no es solamente la toponimia sino más elementos como por ejemplo el adoctrinamiento descarado de naturaleza política en las escuelas. O la selección del profesorado para convertirlo en un comisariado político al servicio de la ideología nacionalista; o la poda del currículo educativo para hacerlo asequible a las pretensiones de la conformación del espíritu nacionalista desde las escuelas. Es todo un conjunto de instrumentos o herramientas para que la gente piense en clave secesionista o de izquierdas.

¿Qué posicionamiento ha adoptado el Estado ante esta política que podría definirse como de genocidio lingüístico, al buscar la eliminación del español como una de las lenguas propias de los vascos y que es, por cierto, la más hablada por ellos?

Evidentemente, a la vista está que el Estado no ha hecho absolutamente nada para impedir este estado de cosas, y que acaba en  la situación actual de desamparo a los ciudadanos que no estén en clave nacionalista, que cada vez son menos pues hasta en las peores situaciones se acomoda la gente por simple adaptación.   » con su diseño de hegemonía cultural en un laboratorio, España, privilegiado para realizar este tipo de experimentos.  Perfecto para el control social de masas y para guiar a la gente hacia destinos inconfesables.

Este asunto es realmente obsceno y, al menos yo, estoy absolutamente indignado y me resisto a la pasividad ante ello.

¿Es posible darle la vuelta a este proceso o es demasiado tarde?

Que es tarde es una evidencia. Que es imposible revertir esta situación yo creo que no. Si los agentes políticos quisieran, se podría evitar el desastre de este proceso. Pero para eso hace falta voluntad y determinación. Y sobre todo un pacto constitucional o institucional, cosa que no se vislumbra hasta este momento, salvo en el caso de Vox que ha sido muy claro al respecto. Y yo no estoy dispuesto a ocultar esa realidad aunque me llamen facha. Me importa un bledo lo que piense de mí la gente. Lo único que me preocupa es ser honesto y fiel a lo que yo creo que es la verdad de las cosas. La izquierda, incluido el PSOE, en lugar de ir en la dirección correcta se ha sumado al carro de los que manipulan a las masas. Yo fui un militante convencido de izquierdas. Hoy lo repudio y me avergüenzo.

¿Puede la ciudadanía adoptar alguna medida para combatirlo?

La ciudadanía, en este momento, es un agente pasivo. En unos casos influye el miedo; en otros simplemente la comodidad y no complicarse.  Lo más grave es que aquellos que más conciencia y capacidad reflexiva tienen al respecto se muestren impasibles faltando a su responsabilidad como ciudadanos. Porque hacerlo de esa manera a sabiendas de que se hunde el barco de su país supone una grave inmoralidad.

Es posible que en un momento determinado la población tome conciencia de la gravedad de la situación y de un paso adelante, pero para ello tendrá que haber gente que realice una pedagogía social y que transmita la realidad de las situaciones como algunos lo estamos haciendo.

Fuente: Elcorreodemadrid